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Pequeños textos – Propiedad ajena


26 de marzo 


Al llegar a casa me sentí como si estuviera invadiendo una propiedad ajena. Todo el día me sentí así, forastero, como si estuviera irrumpiendo territorios que conocía de sobra. Encendí el televisor las noticias comenzaron a machacar mi cerebro. Acusé a todos los que salían en el noticiero por ese sentimiento destructor que me acosaba.

Hoy además de clientes disgustados por el mal servicio que daba la empresa donde trabo, tuvo que aguantar el mal humor del jefe, que no hacía más que quejarse por que las ventas habían bajado en lo que va del mes y no sabía lo que iba a hacer el mes próximo. Posiblemente cayéramos algunos en un ERTE. Pero según los trabajadores más antiguos, el jefe siempre se quejaba y al llegar el último día del mes, les narraba los cambios que levantaran la empresa al mes siguiente.

Luego de cenar el bocata de atún que compro en el bar de Manolo, me acosté y no apagué la tele. Le dejé el volumen bajo para que actuara como un sedante.  A esas horas de la noche no había mucho que ver, sin embargo la voz de la presentadora de un programa nocturno me trasladado a otro mundo aunque no pudiera dormir. Estaba absorto en mis pensamientos cuando me acordé de mi ex mujer, María. Ella fue la única novia que tuve en mi juventud. La voz de la presentadora sonaba parecida a la de maría y su voz me traslado a una de tantas discusiones que teníamos siempre me reprochaba cosas. Cosas que yo no hacía, o dictaba la sentencia de lo que podía pasar si yo no hacía nada por solucionar nuestra vida. El sueño era tan real que me desvelé y me descubrí excitado bajo las mantas, me ponía que gritara furiosa.

―Tan buena que estaba y dejarla ir, tonto de mí ―se dijo.

Me acomodé bajo la manta y mis pensamientos se mezclaron nuevamente con el sueño y el ruido del televisor hasta el día siguiente.



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