24 de marzo
Cuando
me abandonó María, comencé a acercarme a Dios y poco a poco fui creyendo en él.
Me acerque más cuando esa voz de mi cabeza comenzó a decirme que debía
controlar mi ira, que debía de cambiar. Una vez a la semana iba a misa, eso me
reconfortaba. Me creía un blasfemo porque siempre se me va la boca ante las
injusticias, porque mis viejos pecados me persiguen haciendo que recaiga en el
alcohol más que en otros vicios.
Hoy
entre en silencio al templo. Arrodillado frente a Dios me arrepentí de mis pecados
y recordaba las épocas de borracheras y el dinero malgastado en las maquinetas.
Esas dos lacras me dejaron casi en la miseria y sin María. Por no hablar del
dinero que gastaba en esas chicas que frecuentan el bar de enfrente del
trabajo.
―¿Cómo
me dejaba engatusar y engañaba a mi mujer sin pensarlo demasiado? Nunca voy a
entender por qué actuaba así―, le contaba a Dios.
Comentarios
Publicar un comentario