2 de abril
Las
botas americanas y los tatuajes del señor que tenía enfrente me hicieron doler
la vista. No sabía si madrugar me había hecho bien o si el café mal hecho por esa
cafetera vieja y destartalada no me despertó del todo. No lograba entender como
había gente que con cierta edad y pintando canas, podía seguir vistiendo como
si tuviera 20 años. Los tatuajes… bueno, no había remedio, pero para la ropa sí.
Me miré la gabardina y los zapatos; no
creí ir tan mal vestido, a pesar de mi mal gusto para combinar los colores y
haberme olvidado de limpiar los zapatos.
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