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Pequeños textos - Otra mujer



1  de Abril

Al entrar a casa y dejar al perro libre de mis manos me miré en el espejo del baño, esa noche supe que un túnel oscuro se avecinaba a mi cabeza. Me cogí con fuerza del lavabo para no caer y la sangre comenzó a congelarse en mis venas cuando me di cuenta que no sabía que tenía que hacer. Por un momento no conocí ni mi propia cara en esa superficie pulida, en donde la bombilla colgante del techo incidía en reflejar algún rasgo de mi perfil. Comprendí que las lagunas mentales existían y me senté en el borde de la taza del váter.

Una vez repuesto me acordé de la conversación que mantuve con mi compañero de trabajo, que llegó a ser casi una discusión. En donde él afirmaba que esa oscuridad es absoluta, cuando pasa eso de las lagunas mentales. Pero yo, ignorante de mí,  le discutí hasta el cansancio de que eso no existía y que se las estaba ingeniando para negar lo que realmente le ocurría a él desde que lo dejó la mujer, soledad, un mal divorcio, en fin las cosas que no queremos asumir para minimizar el dolor que nos puede producir. Pero ahora que me pasó a mí, no sabía qué pensar. Me recosté en la cama, mareado, riendo sin alcanzar a comprender si la fatiga que me producía el cansancio había triunfado y me hacía prisionero de su bosque o si efectivamente debería ir a ver al médico como decía mi compañero de trabajo.  

A la mañana fui a pasear al perro y me senté en un banco del parque que está cerca de casa. Comencé a observar a la gente que estaba sentada en otros bancos. Se me ocurrió pensar y preguntarme, si ellos también me observaban. La gente estaba en sus cosas o por lo menos eso parecía y parecían pendientes de lo que yo hacía. Quise sacar esas ideas locas y hasta tontas de mi cabeza, pero no pude, el pánico por ser descubierto en algo inadecuado me comenzó a rayar. Quería entrar a un bar y no sabía qué hacer con el perro.

―¿Para qué te habré adoptado? Ahora no puedo dejarte tirado ―. Le dijo al perro mirándolo. 

Un aire de serena actitud acercó un perfume a mis sentidos. Venía de dos bancos más allá. Dejaba ver una vital luz, la cual me hizo sentir más pequeño. Comencé a caminar hacia la dueña de ese perfume que estaba abstraída en un mundo paralelo. Me presenté formalmente e iniciamos una conversación sobre el parque, los perros y el mal tiempo que siempre hace en estas fechas. 

Después de comer y darle de comer al perro; empecé a pensar que la idea de tener un perro no había sido tan mala, gracias a gamuza, que así se llamaba mi perro, conocí e inicie una conversación con otra mujer después de María. 



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