La lluvia cae apresurada. Un cielo furioso reclama la atención de un
perro que aúlla a lo lejos. Yo dormía relajada cuando la tormenta se metió en
mis sueños. 
Me encontré en un cementerio,  donde la  oscuridad 
llegaba a mí como fantasmas en mitad de la noche. Caminaba entre las
tumbas con la vista clavada al suelo y las manos cogidas en el pecho.  Los pies se hundían en el barro, en el agua y  en el asfalto agrietado. Ramas entrelazadas flotaban
en el aire, venían hacía  mí, se
alejaban  y volvían como queriéndome
atrapar y hacerme prisionera de su juego. 
Eché a correr. Finas agujas de
agua se clavaban en mi piel, helando la conciencia que aceleraba al corazón. Seguí
avanzando, mi piel yerta deslizaba  las
lágrimas del cielo que se detenían en la comisura de mis labios, cuando un
chirrido sonaba estrepitoso  entre
truenos y relámpagos; rompiendo el  cerco
de la sombra.  
Se iluminó un camino y a lo lejos,  asomaba una puerta. Fui hacia ella sin pensar
en nada más que salir de ahí.  El agua cobijaba
mis ojos vistiendo de nada el terreno, tropezaba con las ramas que cada vez emergían
 con más fuerza de la tierra. Tomaban mis
tobillos, rasgaban mis rodillas, resbalaban por mis piernas;  al ver mi intento de salir de ese infierno.
Un rayo vivo, penetrante frenó mi
carrera en seco, estaba a un paso de la puerta,  de la salida de ese lugar aterrador.  De pronto, la puerta comenzó a  danzar 
ante mí. Grandes ojos amarillos bailaban en mi ojos y una boca rabiosa paralizó
todos mis sentidos, reptaba su chillido por mi piel. Me olfateaba deslizándose
a mí alrededor, se  alejaba con una
sonrisa en su puntiaguda cara. Se lamia y sorbía sus delgados labios, su lengua
escurría un liquido viscoso y su mirada fija en la mía hipnotizó mi alma.  
De un trago me devoró.  Los árboles irritados buscaron venganza
y  con sus lianas atoraron su boca y
hundieron a la serpiente en la tierra. El cielo bramaba su enfado con fuego en
sus rayos  y las ramas secas pronto deflagraron
 todo el lugar.
¡Desperté!...  era un sueño.
Mi cama desecha  albergaba el sudor de la noche.   Me levanté, 
abrí la ventana, para dejar entrar el aire fresco de una soleada mañana
que nacía.
Graciela Giráldez Enero 2010. 
Publicado en la revista Sarasuati en abril del 2010.
Texto corregido y revisado en noviembre del 2012.
Publicado en la revista Brotes digital nº 19 enero 2013 
Publicado en la revista digital Letras de parnaso nº 12  septiembre del 2013 

Muy chulo. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Milagros. Besos
EliminarAterrador sueño que has narrado con la sabiduría de tus bellas letras.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Graciela.
Un placer pasearme por tu blog después de un tiempo.
Un abrazo.
Gracias por tu visita a mi universo.
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