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Poesía de domingo

Gabriela Mistral

Escucha estos poemas en IVOOX mientras los lees o si lo prefieres puedes escucharlos en YOUTUBE

La poesía, el relato, el cuento. Son a mí parecer lo que debería unir al mundo. Está bien las otras artes, pero la lectura, es muy importante para el crecimiento personal, creo que toda la gente debería leer aunque sea un poco. La lectura tendría que ser lo que haga vibrar al mundo y como muchos de ustedes, yo, no puedo vivir sin un libro entre las manos y eso, tal vez nos hace diferentes. Diferentes a la hora de entender la vida literaria de un escritor ¿tal vez no estés de acuerdo?, pero piensa en el sentimiento que movió al autor para dejar esas letras sobre el papel.

Pensaste, genial, ahora compara el sentimiento que en ti crece al leer ese escrito.

La poesía me subyuga, hasta tal punto, que muchas veces, nacen los versos sin saber de dónde han venido. Escribo poesía desde que tengo uso de razón y la escuchaba desde mi inocencia de los labios de mi madre. No suelo hablar mucho de mi madre, aparte no viene al caso, pero ella me llevó por los caminos de la poesía y el relato. Y gracias a ella conocí a Gabriela Mistral.

Cuando leo un relato, mi mente se transporta a otro escenario. Voy marcando las cosas que me gustan de ese escrito para luego volver a leerlas. Esas frases o párrafos que marqué, son las que me llevan por una avenida sin frenos, donde terminó escribiendo nuevas imágenes para enamorarte, y sí, primero a ti y luego a mí. Los cuentos son maravillosos. Las moralejas son realmente un verdadero tapiz de enseñanza donde la vida fluye en forma de fábula, valga la redundancia. No suelo escribir cuentos pero no podía dejar de mencionarlos.

Pero la poesía es lo más, como decimos los argentinos y hoy traigo a esta poetisa que me encanta. Su obra que está traducida a más de 20 idiomas es una canción para los oídos.

Ella es: Gabriela Mistral.

Nació en el año 1889, en Vicuña una pequeña localidad del centro norte de Chile. Su nombre real fue Lucila Godoy Alcayaga, más conocida por su seudónimo Gabriela Mistral que utilizó por primera vez en el poema «Del pasado» publicado en el diario «El Coquimbo» en 1908. Ella fue una de las poetisas más importantes del s. XX, maestra rural y educadora. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945, como un justo reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria y social de una mujer, que había dedicado su vida a la difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos.

Falleció en Nueva York el 10 de enero de 1957. Y permíteme una reflexión: Muere un 10 de enero, día del cumpleaños de mi madre. ¡Qué casualidad! ¿No? Pero me gusta por como escribe, no por la coincidencia.

Seleccioné dos poemas para esta oportunidad. Uno de ellos es:

Poemas

La medianoche: Este poema es uno de los breves de Gabriela Mistral es un poema de seis estrofas cortas, donde viaja a través de un sueño. Termina en puntos suspensivos, esta poetisa no suele finalizar así los poemas, pero tiene unos cuantos. No es una característica de ella. Lo deja abierto, así que vamos a internarnos en este viaje a ver donde nos lleva.

La medianoche

Fina, la medianoche.
Oigo los nudos del rosal:
la savia empuja subiendo a la rosa.

Oigo
las rayas quemadas del tigre
real: no le dejan dormir.

Oigo
la estrofa de uno,
y le crece en la noche
como la duna.

Oigo
a mi madre dormida
con dos alientos.
(Duermo yo en ella,
de cinco años.)

Oigo el Ródano
que baja y que me lleva como un padre
ciego de espuma ciega.

Y después nada oigo
sino que voy cayendo
en los muros de Arlès
llenos de sol...

El segundo poema que elegí es: La mujer fuerte, poema dedicado a su madre, es uno de los símbolos donde se basa su poética.

La mujer fuerte

Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.

Alzaba en la taberna, honda la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.

Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.

Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!

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