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EL BUSCA TESOROS

Dedicado a mis hijos
Javier y Claudia
y a mi sobrino Gastón Pesaresi


Este es el cuento de Ricardo y su perro Jack. Ellos vivían en una isla y tenían una casa arriba de un gran árbol. Se querían mucho, eran muy buenos amigos y todos los días jugaban y recorrían la hermosa isla en busca de tesoros.  
 Ricardo, con su pala cavaba y cavaba, mientras Jack lo ayudaba con sus garras. Hacían un equipo bárbaro, pero siempre terminaban cansados y sin ningún triunfo.  
-       ¡No te preocupes Jack, mañana nos ira mejor!  Decía Ricardo para animar a Jack.
-       ¡Claro que sí! - Respondía Jack sin fuerzas. 
Un día recorriendo la isla llegaron hasta el mar. Jack sin dudarlo corrió al agua a darse un baño y enseguida llamó a su amigo, para que se animara él también a darse un baño.  
Ricardo ante la insistencia de su amigo, se fue metiendo despacio y cuando el agua le tocó los pies dijo quejoso:   
- ¡Está fría!
- ¡Que va, está linda! - Aseguró Jack. 
Cuando Ricardo se quiso dar cuenta, el agua le llegaba a la cintura. 
- ¡Jack, se pueden ver los pies! -  Dijo ya con más confianza.
Los dos se bañaron un largo rato riéndose y jugando, hasta que se cansaron. Todos los días iban a bañarse al mar, desde aquel día y se quedaban hasta la noche. Ricardo se había olvidado casi por completo de la búsqueda del tesoro, hasta que un día a Jack se le ocurrió:
- ¿Y si cavamos en el mar? 
- ¡Que buena idea, mañana lo    haremos! - Dijo Ricardo    entusiasmado. 
A la mañana siguiente se fueron temprano a la playa y se pusieron a cavar; pero con tan mala suerte, que la arena volvía por la fuerza del mar, y no lograban hacer un pozo. Resignados y cansados se recostaron bajo la sombra de un árbol, donde se quedaron dormidos, junto a la luna que los acompañó durante toda la noche.   
Se despertaron sobresaltados al llegar la mañana, por el escándalo  que hacían varios chicos al bajar de un bote: saltaban, gritaban, jugaban, cantaban, parecían contentos, a pesar de la señora que los llamaba al orden continuamente. Ricardo asustado tomó a Jack y se escondió tras de unos matorrales, pero una nena que se había separado del grupo lo descubrió y le dijo: 
- ¡Piedra libre para vos y para todos tus compañeros! -   Pensando que él estaba jugando a la escondida, como ellos. Pero se quedó asombrada al ver que Ricardo salió corriendo al verla. Ante su asombro fue a contárselo a su maestra.  
      -  ¡Seño, hay un chico raro, por ahí! - Dijo Silvia preocupada.
      -  Bueno Silvia, la gente aquí  viene de vacaciones. No te alejes, a ver si te mezclas con
                otro grupo. Anda y arma tu carpa.- Le ordenó la señorita.
  
Silvia armó su carpa junto a sus compañeros, cantando una canción típica de acampada. Pero sin dejar de pensar en el chico raro. Ricardo desde lejos los miraba. No estaba acostumbrado a ver tanta gente por la isla. Solo veía de vez en cuando a un señor, que para Ricardo también buscaba el tesoro. Pero era muy despistado, porque siempre perdía una bolsa con comida, que Ricardo agarraba y escondía, para luego compartirla con Jack.
- ¿A qué estarán jugando? -       Dijo Ricardo 
- No sé, pero lo están pasando bomba.- Resondió Jack.
  
Jack era un perrito al que le gustaba jugar y veía como los chicos se divertían. Se moría de ganas de ir a jugar con ellos, pero no quería dejar solo a su amigo, que tenia un poco de vergüenza de integrarse al grupo sin ser invitado. 
- ¡Oye una cosa Jack! -  Exclamó Ricardo enérgico. 
- Vamos a dormir, así mañana seguimos buscando el tesoro. A ver si ellos vienen a buscar  lo mismo que nosotros.- Continuó diciendo Ricardo preocupado. Jack y Ricardo se fueron a su casa del árbol, saltando los troncos y jugando una carrera para ver quien llegaba primero.
  
Cuando llegaron a la casa, Ricardo se dio cuenta que no tenían nada para comer, porque había estado toda el día mirando a los chicos de la playa, y no se acordó de buscar comida. Comenzaron a caminar por la isla y terminaron en el campamento ¡otra vez!, del cual venia un olorcito ¡tan rico!. Que se quedaron escondidos, mirando. Silvia lo vio asomarse y se acercó, le llevó dos tazas de chocolate y dos trozos de bizcocho. Mientras comían, Silvia le contaba como vivía, le contó de su papá y de su mamá, de la escuela, de sus amigo. La escuchaban atentamente saboreando el chocolate, no decían ni una palabra, la voz de Silvia era música para sus oídos. ¡Que felices estaban de escuchar una voz tan bonita! Silvia se marchó al campamento contenta, por haber hecho un nuevo amigo.
  
Ricardo ya no se acordaba de buscar el tesoro. Se moría de ganas de ir a jugar con ellos, pero como Silvia no lo había invitado, se conformaba con mirarlos desde lejos. En especial a Silvia, que le había contado cosas de ella y le había llevado dos tazas de chocolate, una para él y otra para Jack.

La maestra se había quedado intranquila, y le comentó al guía del bosque lo que le había ocurrido a Silvia. Pero el guía no le dio importancia y le explicó:
  
-       Es un niño inofensivo y un poco raro, porque se pasa haciendo pozos todo el día.          ¡Pozos que luego tengo que tapar yo, claro! - Se quejó el guía. 
-      Lo llamo “el busca tesoros”, ¡por lo de los pozos! aparte, le habla al perro, como si      fuera una persona y van juntos a todos lados.- Siguió diciendo el guía.
      -     ¿Que cosa? ¡no!- Dijo la
Maestra 
- ¡Si! La verdad es que me da mucha pena. Yo lo vigilo desde lejos. Supongo que a        mi me tiene miedo, por eso se esconde. Muchas veces le doy de comer, sin que se de
             cuenta. ¡A ver si Silvia puede acercarse! - Dijo el guía preocupado.
        -   ¿Y cómo llegó acá?- Preguntó la maestra asombrada.
  -  Vino de vacaciones con sus padres, ellos se internaron en el bosque y todavía los están buscando.
         -  Es lo que le venia a comentar,  si quiere ir al bosque, debe de solicitar guía! – Le                       informo el guía alarmado.- Porque si se interna en el bosque, puede que no salga más.
            Como le pasó a los padres de este chico.- Terminó explicando el guía.  
     -     ¡Bueno lo haré, gracias por informarme! - Dijo la maestra. 
     -     Gracias a usted, avíseme si se necesita, luego vendré a hacer la fogata.- Dijo el guía
siguiendo su camino. 
  
La maestra se reunió con los chicos en el campamento, y se pusieron a cantar. Silvia en un momento se alejó del grupo y encontró a Ricardo tal como lo había dejado y le dijo:

-       ¿Cómo te llamas? no me dijiste tu nombre, yo me llamo Silvia  
-       Yo, Ricardo y él es Jack, mi perro. 
-       ¿Quieren venir con nosotros a jugar y cantar?  
-       ¿En serio nos invitas?  
-       Si, ya les hablé a mis compañeros de vos y de tu perro, nos están esperando, ¿ves?

 Ricardo vio como todos los miraban, mientras Jack ladraba como loco de contento, por la
invitación de Silvia.  
-    Dale venís!, ¿tu perro parece que quiere venir?, ¡vas a ver que te vas a divertir! ¡Vamos
no me quiero perder esta canción! - Le dijo Silvia tomándolo de la mano    y obligándolo a incorporarse al grupo. 

Luego de presentarlo, cantaron la canción favorita de Silvia. La maestra y los chicos hicieron que Ricardo cantara, jugara y bailara, ¡claro con Silvia! Y lo pasara genial.

Cuando llegó la noche se acercó a Ricardo la maestra y tomándolo del hombro lo invitó a cenar y a compartir con ellos la gran fogata. Intrigada, le preguntó a Ricardo si vivía solo y él le contestó que ¡no que vivía con Jack, su perro!

Ya reunidos alrededor de la fogata que había preparado el guía,
Ricardo les contó:
  Yo vine a la isla de vacaciones con mis padres. Ellos siempre me hablaron de un tesoro, pero nunca me dijeron donde estaba. Como vinimos aquí, supuse que habíamos venido a buscarlo. Ellos fueron a caminar por la isla y yo me quedé aquí con Jack, esperando a que mis padres volviesen, pero como todavía no han vuelto, yo comencé a buscar el tesoro pero aun no lo he encontrado. Solo espero que vuelvan pronto con el tesoro, así nos vamos a casa.

 Todos escucharon atentos la historia de Ricardo. Al llegar la hora de ir a dormir. La maestra le preguntó si quería quedarse, con ellos a dormir en el campamento. Ricardo entusiasmado le dijo que sí, los chicos le hicieron un lugar en la carpa y durmieron todos juntos. La señorita le dio una palmadita a Jack y le dijo que durmiera fuera, que por un día, no pasaría nada. Jack se puso contento (por la palmadita) y se echó a dormir fuera de la carpa. 

 A la mañana durante en el desayuno Ricardo agradecido les contó: 
- ¡Esta noche fue fantástica, fue la mejor que viví jamás! ¡nunca había estado tan feliz! ¿Y a que no saben una cosa?  
- ¿Qué? - Pregunto Silvia
- Descubrí esta noche que el verdadero tesoro se encuentra, en cada uno de ustedes, en la amistad que me brindaron. En vos Silvia, que sin conocerme, ni saber quien soy, te acercaste para darme un poco de chocolate.  
- Ahora comprendo lo que mis padres me decían cuando hablaba del tesoro. Se referían a la amistad, ¡a la verdadera amistad!, que da sin esperar nada a cambio. La amistad es un tesoro que debemos cuidar. ¡Si señor! – Exclamo Ricardo con alegría.  
Y todos contentos con su nuevo amigo se pusieron a cantar y a jugar.

Ricardo volvió a la ciudad y fue a la escuela, igual que los demás. Los padres de Silvia lo acogieron en su casa y más tarde lo adoptaron, tratándolo siempre como un hijo más y Jack pasó a ser la mascota de la casa. Juntos, todos los veranos, se van de vacaciones a la isla, que es muy bonita y encantadora y juegan a buscar el tesoro escondido, por
algún pirata de los mares del sur.

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